lunes, 15 de marzo de 2010

Reflexiones

Pocas veces me he sentado a hablar conmigo mismo. Pocas veces me he preguntado qué estoy haciendo, hacia dónde estoy yendo y qué es lo que realmente quiero. Y así me ha ido. ¿Cómo voy a dejar que la gente me conozca, si ni yo mismo me conozco?

Cuando llevas mucho tiempo así, sin rumbo, dejándote llevar por la propia inercia que lleva la vida, dejas de sentir. Dejas de saber qué es lo que realmente quieres, lo que realmente te hace crecer. Dejas de valorar tus cosas y a los que te rodean. No eres feliz del todo pero no lo sabes, y nadie te lo dice.

Al fin llega un día en el que por un motivo u otro te detienes y miras. Miras lo que tenías, y lo que tienes ahora. Han sido tus propios pasos los que te han traído hasta aquí. Pero no te gusta lo que ves. No te gusta a dónde has llegado, pero ya no puedes retroceder. Por mucho que quieras sólo puedes caminar hacia delante.

Es como acabar de despertar en un sitio extraño. Las cosas que antes parecían tan importantes carecen de tal desmesurada importancia. Aquellos amigos tan preciado ya no son lo que eran antes, se han convertido en gente que te han dado magníficos recuerdos pero que ya pocas experiencias pueden ofrecerte que sean de tu agrado.

Sólo hay una cosa, entre todo lo que ves, que te gusta. Pero está muy lejos. Es muy difícil llegar a ella, pero es lo único que puede darte fuerzas para seguir caminando y tomar las riendas de tu vida. Fuiste tú quien la apartaste, fuiste tú quien se equivocó. Y sólo tú puedes llegar hasta ella...





Si la tuviera a mi lado, la agarraría para que nunca pudiera escapar...
Sus manos son perfectas, sus ojos mi perdición, su cuerpo mi deseo y sus labios mi meta.
Quisiera coger este tren... y no bajarme nunca.

1 comentario:

  1. No se puede nunca agarrar a alguien para que se quede. Tampoco se puede desear una cosa en la vida. Y, si me permites, esa cosa tiene que ser tuya. Colgarse de un hilo que no es el que tú manejas no es lo más adecuado. Uno debe proyectar su felicidad en uno mismo, porque todo lo exterior no es más que volátil y egoísta.

    Si nunca te bajaras de ese tren, no podrías disfrutar de la realidad que miras.

    ResponderEliminar