jueves, 4 de marzo de 2010

Girando voy, girando vengo, vengo


Dejando de lado personajes característicos, hace ya días que tengo ganas de volver con alguna de mis charlas ingenieriles. Y es que el mundo de la mecánica (física para los de bachillerato) me tiene fascinado desde que se puso frente a mi.

¿Cómo consiguen inclinarse tanto los motoristas en las curvas? ¿Cómo se mantiene de pie una peonza? Estas dos preguntas, parece que no pero tienen un factor común, y ese es que mientras "lo hacen" están girando. Este tipo de fenómenos los explica una rama muy interesante a la vez que complicada de la mecánica que recibe el nombre de giroscopía.

Y es que estas acciones (motorista, peonza, ...) no son más que giróscopos (google dice que esta palabra está mal. Perdonad, siempre la había escrito en catalán, y sigo pensando que es correcta). La pregunta que prosigue es: ¿Qué es un giróscopo?. A grandes rasgos, no es más que un sólido (entendiendo como sólido cualquier tipo de material, cuerpo, volumen, etc) que gira sobre sí mismo (esta componente recibe el nombre de velocidad angular propia) y a su vez está realizando otro giro (la curva en el caso del piloto) (esta componente recibe el nombre de velocidad angular de arrastre). Cuando tenemos esta situación, lo que sucede es que nuestra componente propia, "persigue" o quiere "montarse" sobre la componente de arrastre.

En el caso del motorista girando a ras de suelo, nos centraremos en una rueda. La rueda está girando sobre sí misma, y a su vez está haciendo una curva, por ejemplo, en el sentido contrario a las agujas del reloj. Gracias a la regla de la mano derecha [ difícil de explicar sin imágenes ] o la del sacacorchos conocemos la dirección de la velocidad angular. Bien. La velocidad angular de arrastre, en este caso apuntaría hacia arriba, y la velocidad angular propia de la rueda apuntaría hacía el centro de la curva. Por lo que, según el párrafo anterior, lo que la rueda quiere hacer es "volcarse" hacia el lado contrario para donde se inclina nuestro piloto. Su deber es inclinarse para vencer esa fuerza. Y es esa fuerza la que lo mantiene inclinado.


En el caso de la peonza, podríamos pensar que sólo tiene velocidad angular propia (ya que está casi quieta en un punto, girando sobre sí misma). Correcto, la velocidad angular de arrastre, en este caso, aparece cuando la peonza quiere volcarse. En ese momento, en el que a parte de girar sobre sí misma, se vuelca, aparece una velocidad angular de arrastre, que es rápidamente compensada. De modo que lo que evita que se caiga es precisamente su propia velocidad de giro.



Y un último ejemplo, bastante curioso y que se parece mucho al ejemplo de la peonza, es el de una escopeta. Si alguien ha mirado una escopeta por dentro del cañón, sabrá que se puede distinguir una hélice que se extiende a lo largo de éste. Bien, esa hélice sirve para que el proyectil, cuando salga disparado, adquiera un giro sobre sí mismo, de manera que si durante la fase de vuelo aparece una velocidad de arrastre (igual que en el caso de la peonza, en el caso de la bala sería si la bala quisiera levantar o agachar el morro) ésta pueda ser compensada, y de esta forma, la bala pueda ir todavía más recta.

Aquí acaba mi clase de hoy.

Mañana, más!!



1 comentario:

  1. Ha sido muy divertido recordar la física, digo, mecánica, con la mano esta de flamenca antiharmónica. Una ley de sacacorchos sin duda muy científica. He tenido suerte de que no entrara nadie y me viera sacando las fuerzas de la peonza.

    Ahora me ha entrado nostalgia de recordar la física...


    Besos de nostalgia

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